Lecturas Para Funerales
- Antiguo Testamento -
1. Lectura del libro de Job (19:1, 23-27a)
En aquellos días, Job
tomó la palabra y dijo: “Ojalá que mis palabras se escribieran; ojalá que se
grabaran en láminas de bronce o con punzón de hierro se esculpieran
en la roca para siempre.
Yo sé bien que mi defensor está vivo
Y que al nal se levantará a favor del humillado; de nuevo me revestiré de mi
piel
y con mi carne veré a mi Dios;
yo mismo lo veré y no otro,
mis propios ojos lo contemplarán.
Esta es la rme esperanza que tengo”.
Palabra de Dios
2 Lectura
del libro de Job (19:1, 23-27a)
En aquellos días, Job
tomó la palabra y dijo: “Ojalá que mis palabras se escribieran; ojalá que se
grabaran en láminas de bronce o con punzón de hierro se esculpieran
en la roca para siempre.
Yo sé bien que mi defensor está vivo
Y que al nal se levantará a favor del humillado; de nuevo me revestiré de mi
piel
y con mi carne veré a mi Dios;
yo mismo lo veré y no otro,
mis propios ojos lo contemplarán.
Esta es la rme esperanza que tengo”.
Palabra de Dios
3
Lectura del libro de Job (19:1, 23-27a)
En aquellos días, Job
tomó la palabra y dijo: “Ojalá que mis palabras se escribieran; ojalá que se
grabaran en láminas de bronce o con punzón de hierro se esculpieran
en la roca para siempre.
Yo sé bien que mi defensor está vivo
Y que al nal se levantará a favor del humillado; de nuevo me revestiré de mi
piel
y con mi carne veré a mi Dios;
yo mismo lo veré y no otro,
mis propios ojos lo contemplarán.
Esta es la rme esperanza que tengo”.
Palabra de Dios
4 Lectura
del libro del profeta Isaías
En aquel día, el Señor
del universo Preparará sobre este monte
Un festín con platillos suculentos Para todos los pueblos. (25, 6a. 7-9)
El arrancará en este monte
el velo que cubre el rostro de
todos los pueblos,
el paño que oscurece a todas la naciones.
Destruirá la muerte para siempre;
el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda
la tierra la afrenta de su pueblo.
Así lo ha dicho el Señor.
En aquel día se dirá:
“Aquí está nuestro Dios,
De quien esperábamos que nos salvara;
alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae”.
Palabra de Dios
5.
Lectura del libro de las Lamentaciones
(3, 17-26)
Me han arrancado la paz
y ya no me acuerdo de la dicha.
Pienso que se me acabaron ya las fuerzas
y la esperanza en el Señor.
Fíjate, Señor, en mi pesar,
En esta amarga hiel que me envenena.
Apenas pienso en ello, me invade el abatimiento. Pero, apenas me acuerdo de ti,
me lleno de esperanza.
La misericordia de Señor nunca termina
y nunca se acaba su compasión;
al contrario, cada mañana se renuevan.
¡Qué grande es el Señor!
Yo me digo:
“El Señor es la parte que me ha tocado en herencia” y en el Señor pongo mi
esperanza.
El Señor es bueno con aquellos que en él esperan, con aquellos que los buscan.
Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios.
6 Lectura de libro del profeta Daniel (12, 1-3)
En aquel tiempo, se
levantará Miguel, el gran príncipe que de ende a tu pueblo. Será aquél un
tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se
salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de
los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para
el eterno castigo.
Los guías sabios brillarán
como el esplendor del rmamento, y los que enseñan a muchos la justicia,
resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.
Palabra de Dios.
7.
Lectura del segundo libro de los Macabeos (12, 43-46)
En aquellos días, Judas
Macabeo, jefe de Israel, hizo una colecta y recogió dos mil dracmas de plata,
que envió a Jerusalén para que ofrecieran un sacri cio de expiación por los
pecados de los que habían muerto en la batalla.
Obró con gran rectitud y
nobleza, pensando en la resurrección,
pues si no hubiera esperado la resurrección de sus compañeros,
habría sido completamente inútil orar por los muertos.
Pero él consideraba que a los que habían muerto piadosamente, les estaba
reservada una magni ca recompensa. En efecto, orar por los difuntos para que se
vean libres de sus pecados es una acción santa y conveniente.
Palabra de Dios
- Salmos -
1.
Salmo 22 (23)
Respuesta: El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor,
nada me falta: en verdes praderas me hace recostar;
Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por senderos
justos, por el honor de su nombre. (Respuesta)
Aunque camine por cañadas
oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
(Respuesta)
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. (Respuesta)
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por
años sin término. (Respuesta)
Salmo 24 (25)
Respuesta: A ti, Señor, levanto mi alma.
Recuerda, Señor, que tu
ternura
y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu
bondad, Señor. (Respuesta)
Ensancha mi corazón
oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. (Respuesta)
Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti. La inocencia y la rectitud me
protegerán, porque espero en ti. (Respuesta)
3.
Salmo 26
Respuesta: El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi luz y mi
salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Respuesta)
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de
la dulzura del Señor contemplando su templo. (Respuesta)
Escúchame, Señor, que te
llamo; ten piedad, respóndeme. Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu
rostro. (Respuesta)
Espero gozar de la dicha
del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente; ten
ánimo, espera en el Señor. (Respuesta)
Salmo 41 (42)
Respuesta: Mi alma tiene sed del Dios vivo.
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. (Respuesta)
Tiene sed de Dios, del Dios
vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (Respuesta)
Recuerdo cómo marchaba a
la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza. (Respuesta)
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. (Respuesta)
Que yo me acerque al altar
de Dios, al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. (Respuesta)
¿Por qué te acongojas,
alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío”.
(Respuesta)
4.
Salmo 62 (63)
Respuesta: Mi alma está sedienta de ti, mi Dios
Oh Dios, tú eres mi Dios,
por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. (Respuesta)
¡Cómo te contemplaba en el
santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracias vale más que la vida,
te alabarán mis labios. (Respuesta)
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. (Respuesta)
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. (Respuesta)
3 Salmo 102
Respuesta: El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados ni nos paga según nuestras culpas.
(Respuesta)
Como un padre siente
ternura por sus hijos, siente el Señor ternura pos sus eles; porque él conoce
nuestra masa, se acuerda de que somos barro. (Respuesta)
Los días del hombre duran
lo que la hierba, orecen como or del campo, que el viento la roza, y ya no
existe, su terreno no volverá a verla. (Respuesta)
Pero la misericordia del
Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos; para los que guardan
la alianza y recitan y cumplen sus mandatos. (Respuesta)
4
Salmo 26
Respuesta: El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi luz y mi
salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Respuesta)
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de
la dulzura del Señor contemplando su templo. (Respuesta)
Escúchame, Señor, que te
llamo; ten piedad, respóndeme. Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu
rostro. (Respuesta)
Espero gozar de la dicha
del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente; ten
ánimo, espera en el Señor. (Respuesta)
5
Salmo 41 (42)
Respuesta: Mi alma tiene sed del Dios vivo.
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. (Respuesta)
Tiene sed de Dios, del Dios
vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (Respuesta)
Recuerdo cómo marchaba a
la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza. (Respuesta)
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. (Respuesta)
Que yo me acerque al altar
de Dios, al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. (Respuesta)
¿Por qué te acongojas,
alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío”.
(Respuesta)
6
Salmo 62 (63)
Respuesta: Mi alma está sedienta de ti, mi Dios
Oh Dios, tú eres mi Dios,
por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. (Respuesta)
¡Cómo te contemplaba en el
santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracias vale más que la vida,
te alabarán mis labios. (Respuesta)
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. (Respuesta)
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. (Respuesta)
7
Salmo 102
Respuesta: El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados ni nos paga según nuestras culpas.
(Respuesta)
Como un padre siente
ternura por sus hijos, siente el Señor ternura pos sus eles; porque él conoce
nuestra masa, se acuerda de que somos barro. (Respuesta)
Los días del hombre duran
lo que la hierba, orecen como or del campo, que el viento la roza, y ya no
existe, su terreno no volverá a verla. (Respuesta)
Pero la misericordia del
Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos; para los que guardan
la alianza y recitan y cumplen sus mandatos. (Respuesta)
- Nuevo Testamento -
1. Lectura del libro de los
Hechos de los Apóstoles (12, 43-46)
En aquellos días, Pedro se
dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa,
con estas palabras: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción
de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que fuere. El envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles
la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.
El nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios le ha constituido
juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos
creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados”.
Palabra de Dios
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (5, 5-11)
Hermanos y hermanas: La
esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Porque Cristo, cuando aún
éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas mo-
rirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el
bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justi cados
en su sangre, por él seremos salvos
de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su
vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor
nuestro Jesucristo, por quien hemos reci- bido ahora la reconciliación.
2.
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los romanos (8, 31- 35. 37-39)
Hermanos: Si Dios está a
nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su
propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto
a dárnoslo todo, junto con su Hijo? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios?
Si Dios mismo es quien los perdona, ¿quién será el que los condene? ¿Acaso
Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de Dios
para interceder por nosotros? ¿Qué cosa podrá apartarnos de amor
con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución?
¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
Ciertamente de todos esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos
ha amado; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles
ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni
lo alto ni lo bajo, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha
manifestado Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
3. Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los corintios. (15, 51-57)
Hermanos y hermanas: Les
voy a revelar un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados
en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando
suene la trompeta nal. Pues al resonar la trompeta, los muertos resucitarán
incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que este
ser nuestro, corruptible y
mortal, se revista de incorruptibilidad e inmortalidad. Y cuando nuestro ser
corruptible y mortal se revista de incorruptibilidad e inmortalidad, entonces
se cumplirá la palabra de la Escritura:
La muerte ha sido aniquilada por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu
victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el
pecado y la fuerza del pecado es la ley. Gracias a Dios,
que nos ha dado la victoria
por nuestro Señor Jesucristo. Palabra
de Dios.
4.
Lectura de la segunda carta
de apóstol san Pablo a los corintios (4, 15-5, 1)
Hermanos: Sabemos que aquel
que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos
colocará a su lado con ustedes. Y todos esto es para bien de ustedes, de
manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la
acción de gracias para gloria de Dios.
Por esta razón no nos
acobardamos; pues aunque nuestro cuerpo se va decayendo, nuestro espíritu se
renueva de día en día. Nuestros sufrimientos
momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna, una gloria que los
sobrepasa con exceso.
Nosotros no ponemos la mira
en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y
lo que no se ve es eterno. Sabemos que, aunque se desmorone esta morada
terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una
morada eterna, no construida por manos humanas.
Palabra de Dios
5 Lectura de la segunda carta del
apóstol san Pablo a los corintios (5, 1. 6-10)
Hermanos: Sabemos que,
aunque se desmorone esta morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos
tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas.
Por eso siempre tenemos con anza, aunque sabemos que, mientras vivimos en el
cuerpo, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por la fe, sin
ver todavía. Estamos, pues, llenos de con anza y preferimos salir de este
cuerpo para vivir con el Señor.
Por eso procuramos
agradarle, en el destierro o en la patria. Porque todos tendremos que
comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por
lo que hallamos hecho en esta vida.
Palabra de Dios
6. Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Filipenses (3, 20-21)
Hermanos y hermanas:
Nosotros somo ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro
salvador, Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable en un cuer- po
glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su
dominio todas las cosas.
Palabra de Dios.
7. Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4, 13-18)
Hermanos y hermanas: No
queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes,
como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y
resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios
los llevará con él. Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que
nosotros, los que quedemos vivos para cuando, venga el Señor, no tendremos
ninguna ventaja sobre los que ya murieron. Cuando, Dios mande, que suenen las
trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo.
Entonces, los que murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros,
los que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos entre nubes,
por el aire, para ir al encuentro del Señor,
y así estaremos siempre
con él. Palabra de Dios.
8. Lectura de la segunda
carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2, 8-13)
Querido hermano: Recuerda
siempre que Jesucristo, descendiente de David, resucitó de entre los muertos,
conforme al Evangelio que yo predico. Por este Evangelio sufro hasta llevar
cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encandelada. Por
eso lo sobrellevo todo por amor a los elegidos, para que ellos también
alcancen en Cristo Jesús la salvación, y con ella, la gloria eterna. Es
verdad lo que decimos: “Si morimos con él, viviremos con él; si nos
mantenemos rmes, reinaremos con él; si lo negamos, él tam- bién nos negará;
si le somos in eles, él permanece el, porque no puede contradecirse a sí
mismo”.
Palabra de Dios.
9.
Lectura de la primera carta
del apóstol san Juan (3, 1-2)
Queridos hijos: Miren
cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios,
sino que lo somos. Se el mundo no nos reconoce,
es porque tampoco lo ha reconocido a él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero no se ha manifestado cómo
seremos al n. Y ya sabemos que, cuando él se mani este, vamos a ser semejantes
a él, porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios.
10. Lectura de la primera
carta del apóstol san Juan (3, 14-16)
Queridos hermanos: Nosotros
estamos seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a
nuestros hermanos. El que no ama permaneces en la muerte.
El que odia a su hermano es una homicida y bien saben ustedes que ningún
homicida tiene la vida eterna. Conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio
su vida por nosotros. Así también debemos nosotros dar la vida por nuestros
hermanos.
Palabra de Dios.
11. Lectura de libro del
Apocalipsis del apóstol san Juan (14, 13)
Yo, Juan, oí una voz que
venía del cielo y me decía: “Escribe: ‘Dichosos ya desde ahora los muertos
que han muerto en el Señor. El espíritu es quien lo dice:
Que descansen ya de sus fatigas, pues sus obras los acompañan’”.
Palabra de Dios.
13 Lectura del libro del
Apocalipsis del apóstol san Juan (20, 11-21, 1)
Yo, Juan, vi un trono
brillante y magní co y al que estaba sentado en él. El cielo y la tierra
desaparecieron de su presencia sin dejar rastro. Y vi a los muertos, grandes y
pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos unos libros y también el
libro de la vida. Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras, que estaban
escritas en esos libros. El mar devolvió sus muertos; la muerte y el abismo
devolvieron los muertos que guardaban en su seno. Cada uno fuer juzgado según
sus obras. La muerte y el abismo fueron arrogados al lago de fuego; este lago
es la muerte de nitiva. Y a todo el que no estaba escrito en el libro de la
vida lo arrogaron al lago de fuego. Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva,
porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no
existía.
Palabra de Dios.
14 Lectura del libro del
Apocalipsis del apóstol san Juan (21, 1-5a. 6b-7)
Yo, Juan, vi un cielo nuevo
y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían
desaparecido y el mar ya no existía.
También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa,
la nueva Jerusalén, engalanada como una novia que va a desposarse con su
prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que decía:
“Esta es la morada de Dios
con los hombres;
vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo. Dios les enjugará
todas las lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo, ni penas ni llantos, porque
ya todo lo antiguo terminó”. Entonces el que estaba sentado en el trono, dijo:
“Ahora yo voy a hacer nuevas
todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el n. Al sediento le
daré a beber gratis del manantial del agua de la vida. El vencedor recibirá
esta herencia,
y yo seré su Dios y él será mi hijo”.
Evangelio -
1.
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12a)
En aquel tiempo, cuando
Jesús vio a la muchedumbre, subió al
monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó
a enseñarles así: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el
Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los sufridos,
porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por cause de la justicia, porque de ellos es el Reino
de
los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien,
los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía.
Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor
2.
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo (11, 25-30)
En aquel tiempo, Jesús
exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a la gante sencilla! ¡Gracias, Padre. Porque así te ha parecido bien!
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el
Padre, y nadie conoce al Padre sin el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar. Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga,
y yo los ali- viaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprensan de mí, que soy
manso y
humilde de corazón, y
encontrarán descanso, porque mi yugo es suave, y mi carga ligera”.
Palabra del Señor
3. Lectura del santo
Evangelio según san Mateo (25, 1-13)
En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a
diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron
sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras,
en cambio, lle- varon cada una un frasco de aceite junto con lámpara. Como el
esposo tardaba,
les entró sueño a todas y
se durmieron. A medianoche se oyó un, grito:
‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas
aquellas jóvenes y se pusieron a prepara su lámparas, y las descuidadas
dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras
lámparas se están apagando.’
Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va alcanzar para ustedes y para
nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.
Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas
entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde
llegaron las otras jóvenes y dije- ron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él
les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’. Por eso, estén
preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.
Palabra del Señor
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (25, 31-46)
En aquel tiempo, Jesús dijo
a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo de hombre
rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su
trono de
gloria. Entonces serán congregados ante él todas las naciones y él apartará
a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y
pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces
dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen
posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque
estuve hambriento, y me dieron de comer; sediento, y me dieron de beber; era
forastero, y me hospedaron; estuve desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; encarcelado, y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces:
‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te di-
mos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero, y te hospedamos; o desnudo, y te
vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermos o encarcelado, y te fuimos a ver?’ Y el
rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insigni
cante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. Entonces dirá también a los de
la izquierda: ‘Apárten se de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado
para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento, y no me dieron de
comer; sediento, y no me dieron de beber; era forastero, y no me hospedaron;
estuve desnudo, y no me vistieron; enfermo y encarcelado, y no
me visitaron’. Entonces ellos responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado, y no te
asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron
con uno de aquellos más insigni cantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces
irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.
Palabra del Señor
4. Lectura del santo
Evangelio según san Marco (15, 33-39)
Al llegar el mediodía,
toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las
tres, Jesús gritó con voz potente: “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?” Algunos
de los pre- sentes, al oírlo, decían: “Miren, está llamado a Elías.” Uno
corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la
acercó para que bebiera, diciendo: “Vamos a ver si viene Elías a bajarlo.”
Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se
rasgó en dos, de arriba a abajo. El o cial romano que estaba frente a Jesús,
al ver cómo había expirado, dijo: “De veras este hombre era Hijo de Dios.”
Palabra del Señor
5. Lectura del santo
Evangelio según san Lucas (7, 11-17)
En aquel tiempo, se
dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos
y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que
sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda a la que acompañaba
una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le
dijo: “No llores.” Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se
detuvieron. Entonces Jesús dijo: “Joven, yo te lo mando: Levántate.”
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se
lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a
glori car a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha
visitado a su pueblo.” La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y
por las regiones circunvecinas.
Palabra del Señor
6. Lectura del santo
Evangelio según san Lucas (12, 35-40)
En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: “Estén listos, con la túnica puesta y lámparas
encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor
regrese
de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes
su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la
túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche
o a la madrugada y los encuentra
en vela, dichosos ellos. Fíjense en esto: Si un padre de la familia supiera a
qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le
metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados,
porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre.”
Palabra del Señor
7. Lectura del santo
Evangelio según san Lucas (23, 33. 39-43)
Cuando los soldados
llegaron al lugar llamado “la Calavera,” cruci caron allí a Jesús y
a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Uno de los
malhechores cruci cados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el
Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros.” Pero el otro le reclamaba
indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio?
Nosotros justamente, recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún
mal ha hecho.” Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino,
acuérdate de mi.” Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás
conmigo en el paraíso.”
Palabra del Señor
8. Lectura del santo
Evangelio según san Lucas (23, 44-46. 50. 52-53; 24, 1-6a)
Era casi el mediodía,
cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta
las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando
con voz potente, dijo: “¡Padre,, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Y dicho
esto, expiró. Un hombre llamad José, consejero del sanedrín, hombre bueno y
justo, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de
la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la
roca, donde no habían puesto a nadie todavía. El primer día después del
sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevan- do los
perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido
retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con
vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el
rostro a tierra, los varones les dijeron: “¿Por qué buscan entres los muertos
al que está vivo? No está aquí; ha resucitado”.
Palabra del Señor