Lecturas Para Funerales

Antiguo Testamento - 


/home/stleos/Job-19%2C%201.%2023-27.pdf Job-19, 1. 23-27.pdf   

 /home/stleos/Sabidur%EDa-%203%2C%201-9-%20Las%20almas%20de%20los%20justos%20est%E1n%20en%20las%20manos%20de%20Dios.%20%28Forma%20Extensa%29.pdf Sabiduría- 3, 1-9- Las almas de los justos están en las manos de Dios. (Forma Extensa).pdf     


 


 - Salmos -

1.

Salmo 22 (23)
Respuesta: El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar;
Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por senderos justos, por el honor de su nombre. (Respuesta)

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. (Respuesta)

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. (Respuesta)

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. (Respuesta)

Salmo 24 (25)
Respuesta: A ti, Señor, levanto mi alma.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. (Respuesta)

Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. (Respuesta)

Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti. La inocencia y la rectitud me protegerán, porque espero en ti. (Respuesta)

3.

Salmo 26
Respuesta: El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Respuesta)

Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. (Respuesta)

Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro. (Respuesta)

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente; ten ánimo, espera en el Señor. (Respuesta)

Salmo 41 (42)
Respuesta: Mi alma tiene sed del Dios vivo.

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. (Respuesta)

Tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (Respuesta)

Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza. (Respuesta)

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. (Respuesta)

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. (Respuesta)

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío”. (Respuesta)

4. Salmo 62 (63)
Respuesta: Mi alma está sedienta de ti, mi Dios

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. (Respuesta)

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracias vale más que la vida,
te alabarán mis labios. (Respuesta)

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. (Respuesta)

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. (Respuesta)

 

 

 

 

3  Salmo 102
Respuesta: El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados ni nos paga según nuestras culpas. (Respuesta)

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura pos sus eles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. (Respuesta)

Los días del hombre duran lo que la hierba, orecen como or del campo, que el viento la roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla. (Respuesta)

Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos; para los que guardan la alianza y recitan y cumplen sus mandatos. (Respuesta)

4 Salmo 26
Respuesta: El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Respuesta)

Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. (Respuesta)

Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro. (Respuesta)

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente; ten ánimo, espera en el Señor. (Respuesta)

 

 

 

5 Salmo 41 (42)
Respuesta: Mi alma tiene sed del Dios vivo.

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. (Respuesta)

Tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (Respuesta)

Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza. (Respuesta)

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. (Respuesta)

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. (Respuesta)

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío”. (Respuesta)

6 Salmo 62 (63)
Respuesta: Mi alma está sedienta de ti, mi Dios

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. (Respuesta)

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracias vale más que la vida,
te alabarán mis labios. (Respuesta)

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. (Respuesta)

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. (Respuesta)

7 Salmo 102
Respuesta: El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados ni nos paga según nuestras culpas. (Respuesta)

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura pos sus eles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. (Respuesta)

Los días del hombre duran lo que la hierba, orecen como or del campo, que el viento la roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla. (Respuesta)

Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos; para los que guardan la alianza y recitan y cumplen sus mandatos. (Respuesta)

 

- Nuevo Testamento -

1. Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (12, 43-46)

En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa,
con estas palabras: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. El envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.
El nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios le ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados”.

Palabra de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5, 5-11)

Hermanos y hermanas: La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas mo- rirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justi cados en su sangre, por él seremos salvos
de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos reci- bido ahora la reconciliación.

2.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (8, 31- 35. 37-39)

Hermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Si Dios mismo es quien los perdona, ¿quién será el que los condene? ¿Acaso Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de Dios
para interceder por nosotros? ¿Qué cosa podrá apartarnos de amor
con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución?
¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
Ciertamente de todos esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

3. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios. (15, 51-57)

Hermanos y hermanas: Les voy a revelar un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando
suene la trompeta nal. Pues al resonar la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que este

ser nuestro, corruptible y mortal, se revista de incorruptibilidad e inmortalidad. Y cuando nuestro ser corruptible y mortal se revista de incorruptibilidad e inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura:
La muerte ha sido aniquilada por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado es la ley. Gracias a Dios,

que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo.  Palabra de Dios.

4.

Lectura de la segunda carta de apóstol san Pablo a los corintios (4, 15-5, 1)

Hermanos: Sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todos esto es para bien de ustedes, de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.

Por esta razón no nos acobardamos; pues aunque nuestro cuerpo se va decayendo, nuestro espíritu se renueva de día en día. Nuestros sufrimientos
momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna, una gloria que los sobrepasa con exceso.

Nosotros no ponemos la mira en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno. Sabemos que, aunque se desmorone esta morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas.

Palabra de Dios

5 Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios (5, 1. 6-10)

Hermanos: Sabemos que, aunque se desmorone esta morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas. Por eso siempre tenemos con anza, aunque sabemos que, mientras vivimos en el cuerpo, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de con anza y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.

Por eso procuramos agradarle, en el destierro o en la patria. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hallamos hecho en esta vida.

Palabra de Dios

6. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3, 20-21)

Hermanos y hermanas: Nosotros somo ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro salvador, Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable en un cuer- po glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.

Palabra de Dios.

7. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4, 13-18)

Hermanos y hermanas: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él. Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los que quedemos vivos para cuando, venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre los que ya murieron. Cuando, Dios mande, que suenen las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo. Entonces, los que murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos entre nubes, por el aire, para ir al encuentro del Señor,

y así estaremos siempre con él. Palabra de Dios.

8. Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2, 8-13)

Querido hermano: Recuerda siempre que Jesucristo, descendiente de David, resucitó de entre los muertos, conforme al Evangelio que yo predico. Por este Evangelio sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encandelada. Por eso lo sobrellevo todo por amor a los elegidos, para que ellos también alcancen en Cristo Jesús la salvación, y con ella, la gloria eterna. Es verdad lo que decimos: “Si morimos con él, viviremos con él; si nos mantenemos rmes, reinaremos con él; si lo negamos, él tam- bién nos negará; si le somos in eles, él permanece el, porque no puede contradecirse a sí mismo”.

 

Palabra de Dios.

9.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3, 1-2)

Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Se el mundo no nos reconoce,
es porque tampoco lo ha reconocido a él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero no se ha manifestado cómo seremos al n. Y ya sabemos que, cuando él se mani este, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

10. Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3, 14-16)

Queridos hermanos: Nosotros estamos seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permaneces en la muerte.
El que odia a su hermano es una homicida y bien saben ustedes que ningún homicida tiene la vida eterna. Conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio su vida por nosotros. Así también debemos nosotros dar la vida por nuestros hermanos.

Palabra de Dios.

11. Lectura de libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (14, 13)

Yo, Juan, oí una voz que venía del cielo y me decía: “Escribe: ‘Dichosos ya desde ahora los muertos que han muerto en el Señor. El espíritu es quien lo dice:
Que descansen ya de sus fatigas, pues sus obras los acompañan’”.

Palabra de Dios.

13 Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (20, 11-21, 1)

Yo, Juan, vi un trono brillante y magní co y al que estaba sentado en él. El cielo y la tierra desaparecieron de su presencia sin dejar rastro. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos unos libros y también el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras, que estaban escritas en esos libros. El mar devolvió sus muertos; la muerte y el abismo devolvieron los muertos que guardaban en su seno. Cada uno fuer juzgado según sus obras. La muerte y el abismo fueron arrogados al lago de fuego; este lago es la muerte de nitiva. Y a todo el que no estaba escrito en el libro de la vida lo arrogaron al lago de fuego. Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.

Palabra de Dios.

14 Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (21, 1-5a. 6b-7)

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.
También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia que va a desposarse con su prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que decía:

“Esta es la morada de Dios con los hombres;
vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo. Dios les enjugará todas las lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo, ni penas ni llantos, porque ya todo lo antiguo terminó”. Entonces el que estaba sentado en el trono, dijo: “Ahora yo voy a hacer nuevas
todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el n. Al sediento le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida. El vencedor recibirá esta herencia,
y yo seré su Dios y él será mi hijo”.

Evangelio -

1.    Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12a)

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al
monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles así: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos,
porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por cause de la justicia, porque de ellos es el Reino de
los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien,
los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía.
Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Palabra del Señor

2.    Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 25-30)

En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a la gante sencilla! ¡Gracias, Padre. Porque así te ha parecido bien!
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el
Padre, y nadie conoce al Padre sin el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar. Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los ali- viaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprensan de mí, que soy manso y

humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave, y mi carga ligera”.

Palabra del Señor

3. Lectura del santo Evangelio según san Mateo (25, 1-13)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, lle- varon cada una un frasco de aceite junto con lámpara. Como el esposo tardaba,

les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó un, grito:
‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a prepara su lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.’
Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.
Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dije- ron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’. Por eso, estén preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.

Palabra del Señor
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (25, 31-46)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo de hombre
rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de
gloria. Entonces serán congregados ante él todas las naciones y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento, y me dieron de comer; sediento, y me dieron de beber; era forastero, y me hospedaron; estuve desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; encarcelado, y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te di- mos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero, y te hospedamos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermos o encarcelado, y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insigni cante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. Entonces dirá también a los de la izquierda: ‘Apárten se de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento, y no me dieron de comer; sediento, y no me dieron de beber; era forastero, y no me hospedaron; estuve desnudo, y no me vistieron; enfermo y encarcelado, y no
me visitaron’. Entonces ellos responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado, y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insigni cantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

Palabra del Señor

 

4. Lectura del santo Evangelio según san Marco (15, 33-39)

Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?” Algunos de los pre- sentes, al oírlo, decían: “Miren, está llamado a Elías.” Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: “Vamos a ver si viene Elías a bajarlo.” Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El o cial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: “De veras este hombre era Hijo de Dios.”

Palabra del Señor

5. Lectura del santo Evangelio según san Lucas (7, 11-17)

En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores.” Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo: “Joven, yo te lo mando: Levántate.” Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glori car a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.

Palabra del Señor

6. Lectura del santo Evangelio según san Lucas (12, 35-40)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Estén listos, con la túnica puesta y lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese
de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra
en vela, dichosos ellos. Fíjense en esto: Si un padre de la familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre.”

Palabra del Señor

7. Lectura del santo Evangelio según san Lucas (23, 33. 39-43)

Cuando los soldados llegaron al lugar llamado “la Calavera,” cruci caron allí a Jesús y
a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Uno de los malhechores cruci cados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros.” Pero el otro le reclamaba indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente, recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho.” Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mi.” Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Palabra del Señor

8. Lectura del santo Evangelio según san Lucas (23, 44-46. 50. 52-53; 24, 1-6a)

Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: “¡Padre,, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Y dicho esto, expiró. Un hombre llamad José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevan- do los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: “¿Por qué buscan entres los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado”.

Palabra del Señor

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